Esta mañana, de camino al trabajo en mi moto, me ha venido una de esas reflexiones que me asaltan de vez en cuando. Una concerniente al futuro de Superman en el cine relacionándolo directamente con el ejemplo cercano de Batman. Y ahora que tengo unos minutos he querido compartirla con vosotros.
Pensando en Man of Steel y en la acogida que pueda tener de cara a público y taquilla, me he acordado de hace unos años, cuando Joel Schumacher apuñaló por la espalda a la franquicia del Hombre Murciélago con esas dos aberraciones llamadas Batman Forever y –sobre todo– Batman&Robin. Tras las dos películas serias de Batman dirigidas por Tim Burton (aunque quizá la segunda fue incluso demasiado burtoniana) que encumbraron al personaje y crearon una nueva batmanía, Schumacher lo mandó todo a tomar por saco con otras dos películas insufribles. Solo hay que ver que convirtió a Batman en un chistoso y amigable superhéroe sin ningún conflicto interior y residente de una Gotham psicodélica como salida de un subidón de LSD. (Si te interesa seguir leyendo mi reflexión de moto, continúa con clic en LEER ENTRADA COMPLETA)
Llegado ese punto, nadie daba dos duros por la franquicia de Batman. Pero he ahí que llegó el Sr. Christopher Nolan y puso sobre la mesa un nuevo comienzo del personaje mucho más realista, con toques de cine policial y una Gotham decadente y corrupta. Batman Begins (2005) recaudó en todo el mundo 372 millones de dólares con un presupuesto de 150. Y fue considerada un exitazo, pese a que, como veréis, su recaudación tampoco fue desorbitada. Pero cumplió con una misión casi más importante que la de ganar dinero a expuertas: demostrar al público y a la crítica que podía volver a hacerse una gran película de Batman. Que Schumacher no había acabado con el personaje, sino que solo había sido el destructor de una etapa. Y ahí estaba Chris Nolan para comenzar otra y reivindicar que no estaba todo dicho.
Por eso, el fenómeno Batman Begins generó un grandísimo boca a boca. Batman había vuelto y aún tenía mucho que decir. La gente dejó a un lado todo lo malo que se había hecho y recibió con esperanza ese nuevo comienzo, convirtiendo la película en la semilla de algo mucho mayor. Y tres años después, Nolan deslumbró al mundo con una secuela todavía más grande en todos los aspectos, con más acción, más tramas, más historia, un villano inmejorable y un tono épico que quitaba el aliento. El Caballero Oscuro (2008) había costado 185 millones, sí… pero recaudó 1000 millones en todo el mundo, se metió a la crítica en el bolsillo y hasta se llevó un Oscar al Mejor Actor de Reparto (Heath Ledger y su magnífico Joker), algo insólito en una película basada en un personaje de cómic.
Ahora es evidente que todos esperamos con grandes expectativas la última entrega de la trilogía de Batman de Nolan, El Caballero Oscuro: La Leyenda Renace, que seguro está llamada a ser la mejor de las tres y a cerrar la saga con más épica todavía. Pero no nos olvidemos de que el bueno de Chris Nolan tuvo que partir peor que de cero. Tuvo que partir con la nada fácil tarea de reintroducir en el cine a un personaje que había sido vilmente arrastrado por el fango durante los últimos años. Y tras una magnífica primera película en la que se ganó de nuevo la confianza de lo espectadores, pudo desarrollar una nueva franquicia que está llamada a ser una de las mejores de la historia.
Supongo que a estas alturas del artículo ya habréis pillado por dónde va mi reflexión, ¿verdad?
Efectivamente, el paralelismo entre el momento cinematográfico actual de Superman y el que vivía Batman a principios de 2000 es muy obvio. Superman también está herido de gravedad. Primero por una ausencia cinematográfica demasiada prolongada (19 años entre Superman IV y Superman Returns); después por un montón de idas y venidas y proyectos fallidos que lo único que hicieron fue mermar la confianza de los aficionados y suponer gastos innecesarios para el estudio; y por último porque, cuando por fin se logró traer a Superman de vuelta a los cines, fue un regreso demasiado frío. Superman Returns (2006) no funcionó ni para público ni para crítica, dividiendo a los fans y recaudando mucho menos de lo esperado para una superproducción de ese calibre. Y tras tantos años de ausencia, su fracaso parecía, más que el fin de una etapa, el entierro cinematográfico del personaje.
Pero ya sabemos cómo continúa la historia. Surgen los primeros rumores del reboot. Estos se hacen realidad con Chris Nolan involucrado en el proyecto, lo cual eleva el hype por las nubes. Se contrata a Zack Snyder como director, se elige a Henry Cavill como protagonista, comienza a rodarse la película, se filtran imágenes, algo del argumento… Y todo parece sumamente prometedor. Tanto, que todos los fans estamos deseando que Man of Steel recaude 800 millones y que calle muchas bocas.
Pero seamos realistas: Batman necesitó una muy buena película de presentación para ganarse de nuevo la confianza de la gente, y después ya pudo despegar a lo más alto con sus secuelas. Sería lógico pensar que a Superman le ocurrirá lo mismo. Que Man of Steel será el puñetazo en la mesa que el personaje necesita, y que Snyder y Nolan dirán: Superman ha vuelto. Es nuestro. Está en plena forma. Y no tiene nada que ver con lo que se ha hecho hasta el momento, así que démosle la oportunidad que se merece.
Así que ojalá que en junio del año que viene, Man of Steel arranque ya la nueva franquicia con una recaudación apabullante y con el aplauso unánime de fans y crítica, pero tengamos en cuenta que debe arreglar muchas cosas del pasado. Debe generar confianza, y debe lograr que todo el mundo vuelva a creer que Superman puede ser el más grande. Ha de ser a Superman lo que Batman Begins fue a Batman: una prueba de vida.
Hay que ver lo que da de sí la cabeza durante un viaje de 20 minutos en moto, ¿eh?
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